sábado, 23 de octubre de 2010

El sino del ateo necesitado de afecto

No es que no crea en Dios,
no, no,
supongo que sí, porque :
Ahí están
los prados reordenando el jaleo de la sangre
entre las venas,
las rocas y el mar perfeccionando secretos,
las grandes distancias.
Ahí están
el pensamiento en y fuera de sí,
los placeres banales que nos liberan de ser sólo
carne de futuro.
Ahí siguen
los montes de venus,
las pasmosas colinas con su perfume imperdonable,
la velocidad de los latidos como flores que ya no caben en el tiesto,
la íntima intensidad braceando en el exuberante hallazgo
del sabor de las palabras.
El faro y un barco
resumiéndolo todo.
Una sonrisa que no sube a la superficie
pero sí al fondo
de otra sonrisa
que tampoco
sube.
Ahí lo ves: El flexo que calienta
estas sílabas sin equilibrio
diciendo lo mudo que me caigo.

Claro que creo en Dios.
Pero sin que él se entere,
para que no crea
que le necesito.

2 comentarios: